Profesor de Ciencia Política de la Universidad Católica
Artículo publicado en el diario La República
Residir fuera del país, conduce a los peruanos a perder parcialmente parte de su derecho al sufragio. Esta pérdida se manifiesta de manera clara cuando solo pueden votar, pero no ser elegidos en el Parlamento peruano. El peruano o peruana que vive fuera del país, puede votar para presidente de la República y también para el Congreso. Sin embargo, lo debe hacer por los candidatos de Lima Metropolitana. Y es que la norma peruana separa, inadecuadamente para este caso, el hecho de elegir y ser elegido, cuando en realidad se trata de una unidad indisoluble. Uno elige por candidatos que proceden de mi mismo espacio electoral. Por eso un iqueño vota por los candidatos de Ica o un piurano lo hace por los de Piura. En consecuencia, los peruanos en el extranjero deberían de votar por uno entre ellos y no por un candidato que resida en Lima. De la misma manera absurda, que si lo hicieran por candidatos de otros departamentos.
Este tema no es irrelevante si se tiene en cuenta que hay más de 3 millones de migrantes peruanos que reportan remesas equivalentes al 2% del PBI y suman poco menos de 800 mil electores inscritos en los consulados de todo el mundo. Casi diez veces más que los inscritos para las elecciones de 1980, tres décadas atrás. Su crecimiento ha sido mayor que ninguna otra circunscripción (departamento) en el mismo período, concentrando más electores que Loreto, San Martín, Huánuco, Ayacucho por nombrar tan solo algunos departamentos.
Para que un peruano pueda postular al Parlamento, debe cambiar de domicilio e inscribirse en Lima Metropolitana. Lo cual es absurdo, pues justamente de lo que se trata es de representar a los residentes en el extranjero. Todo un despropósito, pues el elector que vota en una circunscripción debe también estar habilitado para representar al conjunto de sus votantes. Así es para todos los peruanos, salvo a los peruanos residentes en el extranjero. La consecuencia de todo esto es que nunca un congresista de Lima se siente que representa (y quizá desconozca) los intereses de los 750 mil electores peruanos que viven en el extranjero. No siente que los representa y, menos, que está obligado a rendir cuentas. A su vez, estos no sienten tampoco que los 36 congresistas de Lima los representan.
Para resolver esta contradicción se requiere una reforma electoral, con la sana voluntad de resolver este serio problema de representación. Esto se soluciona creando una circunscripción especial de los peruanos en el extranjero, asignándole los escaños que le corresponden por el número de electores que están en el padrón, es decir, entre 4 o 5 escaños.
Hay dos alternativas, una es recalcular la asignación de escaños para cada departamento, incluyendo esta nueva circunscripción, con lo que algunos verían reducida su representación, con la ventaja que solo se trataría de una modificación legislativa. La otra alternativa sería incrementar el número de escaños del Parlamento. Esto exigiría una modificación constitucional, pues la Carta del 93 señala que el Parlamento está integrado por 130 congresistas. Alternativa que exigiría un amplio consenso, siempre difícil.
Una tercera opción sería aumentar tan solo un escaño o menos de los que les corresponde, pero esta alternativa seguiría colisionando con el principio de representación. La relación entre representantes y representados no es un tema de acuerdo político, sino de la regla misma de la democracia, por lo que los peruanos en el extranjero deben de tener los escaños que les corresponden. No más, pero tampoco menos. Esto llevaría a una modificación constitucional, que ya se hizo el año pasado, para hacer crecer al Parlamento de 120 a 130 para que las provincias de Lima, tengan representación. Sin embargo, la modificación debe estar en retirar de la Constitución la referencia al número de congresistas, pues tarde o temprano un Congreso debe crecer, como ocurre en todo el mundo. Alternativa compleja pero necesaria para restituir un derecho injustamente cercenado.
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